Loris Malaguzzi...

"Trabajar con los niños quiere decir tener que hacer las cuentas con pocas certezas y con muchas incertidumbres. Lo que nos salva es el buscar y no perder el lenguaje de la maravilla que perdura, en cambio, en los ojos y en la mente de los niños. Es necesario tener el coraje de producir obstinadamente proyectos y elecciones. Esto es competencia de la escuela y de la educación”.

viernes, 7 de marzo de 2008

Maltratador tradicional

JOSÉ A. SAMANIEGO Sigo la onda de Avelino Alonso («Contra los malos tratos», LA NUEVA ESPAÑA, 29/02/2008) en sus reflexiones sobre la violencia machista, suscitadas por un texto de Pedro de Silva («Machos asesinos», LA NUEVA ESPAÑA, 28/02/2008). Pedro de Silva concluía que «tras un machista violento late casi siempre un defensor a ultranza del viejo modelo familiar, de raíz patriarcal y machista». Busco las estadísticas del Instituto de la Mujer para 2007. Fueron asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas varones 71 mujeres. Los agresores fueron 44 españoles (tasa de 2,21 agresores por millón de hombres) y 27 extranjeros (tasa de 11,27 agresores por millón). Tal vez pueda decirse que esos extranjeros también fueron educados en el viejo modelo familiar, especialmente los hispanos mayormente católicos. Entonces voy a las estadísticas de edad. En 2007, los varones asesinos de edad comprendida entre 21 y 50 años son 50, y los mayores de 51 años (nacidos antes de 1957) son 21. O sea, hay en esta sociedad nuestra una buena mano de gente joven y no educada en los principios del patriarcado que han asesinado a sus mujeres. Tal vez alguien piense y también diga que los asesinos de sus mujeres son pobres y marginados y que este problema se resolverá con el aumento de la riqueza. Pero esta idea resulta contradicha por las cifras de violencia doméstica en países muy ricos desde hace tiempo, como los nórdicos. Allí también se da la más elevada tasa de suicidios, lo que se ha explicado por el clima y por algo tan desesperanzado como el protestantismo calvinista. (Recordad el durísimo ajuste de cuentas con el protestantismo nórdico que han realizado los cineastas Ingmar Bergman y Carl T. Dreyer.) O sea, y en primera conclusión, estamos ante un problema complejo, que obedece a diversas razones en distintas sociedades del planeta y no puede resolverse lanzando una andanada contra la familia tradicional, formada por un hombre y una mujer. ¿Es que entre un hombre y una mujer no puede haber otras relaciones que las machistas y patriarcales? ¿Es que para resolver la violencia familiar contra las mujeres es necesario formar las llamadas «nuevas familias», sean monoparentales o biparentales del mismo sexo? Claro que entonces resolvemos el asunto de raíz, eliminamos la convivencia familiar entre hombre y mujer, dejamos que mujeres y hombres por separado se las apañen con los hijos y las ayudas del Estado. Y tal es justamente el proyecto de Zapatero, que haciendo de la unión homosexual un «matrimonio» desvincula radicalmente el sexo de la reproducción. En este modelo, la reproducción se resuelve mediante bancos de semen o de óvulos, vientres de alquiler, adopciones costosísimas en la Conchinchina y úteros artificiales en el futuro. (Ésta es la nueva «teoría de género» que viene en los últimos años de USA). La base ideológica de los ataques a la familia tradicional se remonta al anarquismo, que considera la familia monógama como autoritaria y represora, lo mismo que la Iglesia, la empresa, el Ejército o la escuela. Tras la II Guerra Mundial fue necesario explicar por qué no hubo revolución socialista en Alemania, donde se daban todas las famosas «condiciones objetivas», y por qué los obreros alemanes se adhirieron al nazismo. Entonces, Wilhelm Reich recurrió a la doctrina de Freud: a través de la familia tradicional los obreros alemanes habían interiorizado una estructura autoritaria de conciencia. Nace así el freudo-marxismo, difundido en los años setenta por Erich Fromm y Herbert Marcuse, cuyas obras fueron entonces nuestros libros de cabecera. Según el freudo-marxismo, la represión sexual de los niños en la familia es un aprendizaje para ser sojuzgados política y económicamente en la sociedad capitalista. Por tanto, una sexualidad desatada se debe considerar elemento revolucionario decisivo. La fórmula popular es: «no se puede contrariar a los niños para no traumatizarles». Y también: para ser libres debemos abolir toda autoridad.