Loris Malaguzzi...

"Trabajar con los niños quiere decir tener que hacer las cuentas con pocas certezas y con muchas incertidumbres. Lo que nos salva es el buscar y no perder el lenguaje de la maravilla que perdura, en cambio, en los ojos y en la mente de los niños. Es necesario tener el coraje de producir obstinadamente proyectos y elecciones. Esto es competencia de la escuela y de la educación”.

viernes, 8 de enero de 2010

“LOS NIÑOS SON MÁS AGRESIVOS Y MÁS DESOBEDIENTES CUANTO MÁS TIEMPO PASAN EN GUARDERÍAS»

Controvertido Psicólogo Especializado En Estudios Sobre La Infancia, Jay Belsky Se Ha Convertido En Un Personaje Polémico Por Sus Posturas Acerca De La Educación De Los Niños, Su Defensa De Los Estereotipos Y Sus Opiniones Sobre El Origen Genético De La Homosexualidad.

CARGO: Director del Institute for the Study of Children, Families and Social Issues del Birkbeck College de la Universidad de Londres / EDAD: 56 años / CREDO: El conocimiento científico / AFICIONES: La natación y los paseos / SUEÑO: Que los gobiernos de todos los países prorroguen los permisos de paternidad.

Lo primero que sorprende de Jay Belsky (Nueva York, 1952) es que tiene las gafas, el bañador y el gorro de nadar colgados en el envés de la puerta de su despacho. Y no porque no tenga una figura atlética y desenvuelta, sino porque no son objetos que uno espere encontrar en la oficina de un psicólogo de renombre.
El equívoco queda claro cuando uno lo ve en acción, subiendo las escaleras de dos en dos o levantándose de su asiento con un brío inesperado para alcanzar unas notas o consultar un libro de su biblioteca. Jay Belsky es un hombre ágil.
El profesor nos recibe una mañana lluviosa en su despacho, en una casona del barrio de Bloomsbury, a tiro de piedra del Museo Británico. Psicólogo de fama internacional, reside desde hace unos años en Londres, donde dirige un instituto de estudios familiares.
Belsky fue un héroe recurrente del feminismo a finales de los 70, al publicar estudios que descartaban efectos negativos en los niños que se quedaban en guarderías mientras sus madres iban a trabajar. Muy pronto, Belsky descubrió que se equivocaba: los niños que van a la guardería desde muy pequeños son más agresivos y desobedientes que aquellos a los que sus madres cuidan en casa.
Se trata de un axioma que se apoya en un rosario de pruebas científicas pero que choca contra la marea social. Por eso a Belsky lo han crucificado sus viejas amigas feministas y por eso pocos políticos le siguen el juego. Sus hallazgos no son políticamente correctos, pero son irrefutables desde un punto de vista científico. Y Belsky no piensa cambiar. Como no cambia de calle cuando nada un par de kilómetros cada mañana.
PREGUNTA.- Su tesis sobre las guarderías ha provocado cierta polémica en su país y en el Reino Unido. Me gustaría oírsela a usted, sin distorsiones y en un lenguaje sencillo, que puedan entender mis lectores.
RESPUESTA.- Se han dicho muchas cosas sobre mí. Por ejemplo, que creo que el cuidado materno es bueno y las guarderías son malas. Hacer una afirmación así es simplista y no tiene sentido. Es un dilema muy complicado. Pero mi punto de vista como científico es que hay pruebas concluyentes de que cuanto más tiempo pasan en guarderías los niños son más agresivos y más desobedientes. En otras palabras, cuanto más tiempo pasan lejos de los padres, los niños se portan peor. Ojo, no quiero decir que estemos creando psicópatas o asesinos en serie. Es un efecto leve pero irrefutable.
P.- Hay colegas suyos que dicen que ese efecto no es relevante.
R.- Desde luego, pero yo no estoy de acuerdo con ellos. Se trata de un efecto pequeño, sí, pero muy extendido. La mitad de los niños americanos pasa 30 horas a la semana lejos de sus padres durante el primer año de vida. En Europa la proporción es algo menor, pero poco a poco la alcanzaremos.
P.- ¿Influye o no en estos problemas la calidad de la guardería?
R.- Pues no. No influye. Estén en una buena o en una mala, los niños en guarderías son casi siempre más agresivos. En este asunto juegan tres factores distintos. La dosis de la guardería -horas, días y meses antes de ir al colegio-, el tipo -en grupos grandes o pequeños, por ejemplo- y la calidad. Por supuesto, cuanto mejor es la guardería, mejor se desarrolla el niño, pero la agresividad continúa ahí.
P.- O sea, que usted cree que los niños no deberían ir a la guardería demasiado pronto...
R.- No es tan sencillo. Es como preguntarle a un endocrino si es bueno o malo para tu cuerpo un plato de pasta a la boloñesa. Dirá: «Depende. Las proteínas de la carne son buenas, pero los hidratos de carbono, tomados en exceso, pueden convertirse en grasas». El problema con las guarderías está casi siempre en la dosis.
P.- Explique eso.
R.- Básicamente quiero decir que cuanto más va el niño a la guardería, más agresivo se vuelve.
P.- ¿Han averiguado por qué?
R.- No lo sabemos a ciencia cierta. Tenemos algunas ideas sobre cómo pasa, pero ninguna de ellas es concluyente.
P.- ¿Quizás porque los niños se vuelven emocionalmente inseguros? Se me ocurre que quizás pueden sentir que sus padres no les quieren porque no pasan el suficiente tiempo con ellos.
R.- Hay algunas pistas de eso que usted dice. Está en lo cierto. Pero de todas formas eso no explica la agresividad y la desobediencia. Tampoco las explica la calidad del cuidado infantil. Así que realmente no lo sabemos. Pero mi hipótesis tiene que ver con la presencia del grupo. Para el niño, fisiológicamente es muy estresante estar en un grupo con otros niños.
P.- ¿Quizás porque tiene que competir por la atención de la persona que lo cuida?
R.- Puede ser. También con el hecho de que sea un sitio lleno de gente.
P.- Usted ha sido muy criticado por decir lo que dice. ¿Se siente maltratado?
R.- No demasiado. Tengo la conciencia muy tranquila. Lo que yo digo no tiene nada que ver con la ideología. No estoy en contra de las guarderías. No tengo una posición ideológica. Si el hombre del tiempo dice que va a llover mañana, ¿es porque está en contra de que haga sol? Mi opinión no tiene nada que ver con estar a favor o en contra de algo. Mi posición es científica y está basada en evidencias científicas.
P.- ¿Quiere decir que quienes le critican matan al mensajero?
R.- Supongo que sí. Lo que me molesta es que prefieren ignorar parte de mi mensaje. Y eso es política, no ciencia.
P.- Pero no me negará que la marea social está en contra de lo que usted dice. La sociedad y los gobiernos promueven que las madres trabajen.
R.- Yo nunca he dicho que esté en contra de que las madres trabajen. Mi consejo para las madres trabajadores es que busquen el mejor cuidado para sus hijos, que pasen el mayor tiempo posible con ellos y que no los metan en guarderías desde muy pronto. No tiene sentido meterlos en una clase con otros niños desde los 10 o los 12 meses. A partir de los tres o los cuatro años es otra cosa. Pero tan importante como el cuidado infantil es lo que ocurre dentro de la familia. Incluso si tu hijo está desde muy pronto en una guardería de mala calidad y durante muchas horas al día, una vida familiar donde haya cariño, respeto y autoridad compensará el daño. Si hay un ambiente en casa que favorezca la estimulación del cerebro del niño, la distorsión de lo que ocurre fuera será irrelevante para su desarrollo.
P.- Si usted fuera un político, ¿pondría el dinero del Estado en más guarderías o en aumentar la baja por maternidad?
R.- Yo siempre he creído que las familias deben poder elegir. Que hagan lo que quieran hacer. No me gusta que el Gobierno decida por mí y favorezca una opción sobre las demás. No estoy de acuerdo con que un político decida que es bueno que todas las madres trabajen y ponga el dinero del Estado, que es limitado, sólo en crear nuevas guarderías. Me gustaría ver un sistema que permita a los padres decidir si quieren o no llevar a sus niños a la guardería. Que el Gobierno utilizara parte del dinero para ofrecer guarderías de buena calidad para aquellos padres que tomen la decisión de poner a sus hijos al cuidado de otras personas desde muy pronto, pero que haya también un dinero que vaya directamente al bolsillo de las familias que decidan cuidar a sus hijos ellas mismas en casa. Lo que me molesta es que el sistema empuja a las familias a dejar a sus hijos al cuidado de otros porque no tienen dinero para cuidar de ellos en casa, pese a que en muchos casos es lo que las madres querrían.
P.- ¿De verdad cree que ése es el deseo de las madres?
R.- De las madres y de los padres. Cuando les preguntan en las encuestas si quieren volver a su puesto de trabajo a tiempo completo seis meses o un año o un año y medio después de tener un niño, todos dicen que no. Todos prefieren estar en casa cuidando de sus hijos. Y luego, después de un tiempo, todos quieren volver al trabajo y casi todos vuelven gradualmente. Y sin embargo, no pueden hacerlo. El Reino Unido está trabajando en esa dirección, extendiendo la baja por paternidad, mejorando el cuidado infantil y haciendo caso de las investigaciones, pero no todos los países pueden decir lo mismo.
P.- Supongamos que la madre trabaja. ¿Es mejor para un niño de un año ir a la guardería o estar con una canguro en casa?
R.- Según se mire. No se puede simplificar, pero en principio las guarderías crean niños más agresivos y desobedientes, como ya he dicho. Pero al mismo tiempo las guarderías mejoran las habilidades lingüísticas de los niños. Supongo que lo mejor es ir gradualmente del cuidado materno al de los abuelos u otros familiares. De ahí a algún tipo de cuidado en casa y por fin a la guardería. La idea de poner a un niño de 13 meses en un grupo de 10 o 15 niños es algo que no hace sentirse cómodos ni a los padres ni a los propios niños.
P.- ¿Qué es mejor para el niño? ¿Que el permiso de paternidad lo coja la madre o el padre?
R.- Aparentemente es indiferente. Yo creo que el hecho de que la pareja pueda elegir cuál de los dos cónyuges coge el permiso es bueno. De todas formas, Suecia ha tenido esa capacidad de elegir durante décadas y sin embargo siguen siendo las mujeres las que casi siempre lo cogen.
P.- ¿Qué influye más en el desarrollo de un niño? ¿La genética o el entorno en el que se educa?
R.- Durante mucho tiempo hemos minusvalorado la importancia de la genética y quizá ahora nos estamos yendo al extremo contrario. Digan lo que digan los genetistas, la educación importa. Aunque no importa lo mismo para todos los niños.
P.- ¿Ah, no?
R.- No. Para algunos niños el ambiente es muy importante y para otros en cambio es irrelevante. Hay niños que son brillantes, atléticos o inteligentes porque está escrito en sus genes y hay otros sin embargo que son brillantes, atléticos o inteligentes por la educación que reciben. Lo que quiero decir es que hay personas que son maleables a la influencia del entorno y otras que no lo son o lo son menos.
P.- Pero esa ductilidad también está determinada por la genética.
R.- Sí, claro. Cuando nacemos, estamos de alguna manera sentenciados. Por decirlo llanamente, algunos estamos más moldeados por la genética y otros más moldeados por nuestro entorno, pero ésa es una disyuntiva que depende de la genética.
P.- Volvamos a las guarderías. Esa agresividad que ha detectado en sus estudios, ¿qué efectos tiene cuando los niños llegan a la escuela?
R.- Pues complicados. Hicimos un estudio en una clase de primaria en la que la mayoría de los niños habían estado en guarderías desde muy pronto. Y uno de los hallazgos fue que la agresividad y la desobediencia se contagiaban. Los niños que habían pasado más tiempo en casa enseguida generaban conductas similares a las de sus compañeros y se volvían más agresivos y más desobedientes. Por eso, en mi opinión, el efecto en la conducta de los niños no debe obviarse. Sobre todo en el plano social. Es lo mismo que la contaminación en las ciudades. Las emisiones de carbono de un coche son mínimas, pero sumadas a las de varios millones de coches más convierten ciudades como Madrid o Londres en urbes contaminadas y donde respirar es más complicado.
P.- ¿Quiere eso decir que tendremos niños peor educados?
R.- Quizás sí, pero no sólo tiene que ver con las guarderías. Hay muchos otros factores: divorcio, más alcoholismo y familias monoparentales. Pero las guarderías tienen su parte. Crean niños menos amistosos, desagradables, ventajistas, poco cooperativos.. En el fondo es un paisaje familiar. Suena como la sociedad en la que vivimos.
P.- ¿Qué efectos tiene en los niños el divorcio de sus padres?
R.- Importantes. Hay muchas pruebas de que un divorcio traumático es muy negativo para el niño y eso causa tensiones durante años, incluso en futuras relaciones de pareja. Lo mismo se puede decir en sentido contrario. Una relación armoniosa y cálida entre los padres puede proteger a los niños de muchas cosas. Si tuviera que ordenar los factores según su influencia en la educación del niño, diría que lo más importante es la calidad de las relaciones entre padre e hijo, luego la relación entre los padres y luego la que tienen entre sí los hermanos. Por último, hay que decir que el dinero no importa. O mejor dicho, importa pero sólo en la medida en que le hace más fácil o más difícil ser padre.
P.- ¿Es mejor para el niño vivir dentro de un matrimonio infernal o pasar por un divorcio?
R.- Hay pruebas que sugieren que es mejor para un niño afrontar el divorcio de sus padres que estar expuesto continuamente a los efectos de una vida familiar problemática. En ese sentido, se podría decir que hay algunos divorcios buenos.
¿Tiene usted niños?
- Dos hijos mayores.
No debe ser fácil ser padre sabiendo todo lo que usted sabe.
- Ya veo por dónde va, pero no es tan complicado. Creo que puedo separar bastante bien mi trabajo de mi vida privada. Mi trabajo es estudiar cómo se debe educar a un niño, pero no paso mucho tiempo sopesando qué hago. Es mucho más instintivo. Una de las cosas que me molesta es que mis amigos piensan que analizo cómo se portan con sus hijos.
¿Y lo hace?
- Desde luego que no.



- Hay voces en la pedagogía y en la política que llaman a eliminar los roles de género en la educación. Para entendernos, que los niños jueguen con muñecas y las niñas jueguen al fútbol. ¿Le parece bien?
- No necesariamente. Tratar de atenuar los estereotipos es bueno, pero actuar como si no existieran es una idiotez. Los estudios dicen que los niños aman los juegos violentos. Las niñas, no. No es algo negativo. Es parte de la infancia. Intentar prevenir eso es como mear contra el viento. Los niños y las niñas siempre serán distintos, lo que no quiere decir que haya niños más afeminados y niñas que se comporten más como niños. Pero decir que la causa de que existan puntos de vista machistas es que los niños juegan a juegos agresivos es una chorrada. Son intelectuales que se iniciaron en esa forma de pensar en los años 70 y que están aún por ahí, diseminados por todo el mundo. Pero no hay ningún estudio que justifique esta opinión. Es una estupidez educativa. Como decir que las nubes no tienen que ver con la lluvia. Diario El Mundo, sábado 20/09/2008 – Eduardo Suarez – Entrevista a Jay Belsky**
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/09/20/internacional/1221877915.html
**El doctor Belsky fue profesor en la Penn State University hasta el año 2001. Desde entonces, dirige el Institute for the Study of Children, Families & Social Issues en la Universidad de Londres. En la actualidad está considerado un investigador internacionalmente reconocido en el campo del Desarrollo Infantil y los Estudios de la familia. Sus áreas de especial interés son los efectos del cuidado en guarderías, las relaciones entre padres e hijos durante la infancia, la transición a la paternidad, la etiología del maltrato infantil y las bases evolutivas. Ahora está implicado en el multimillonario estudio SECC y en un estudio longitudinal con 1000 jóvenes de Nueva Zelanda que han sido estudiados desde que tenían 3 años.

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